
Parece que cada seis meses se roba o se regala una hora de sueño a la mayoría de los terrícolas. Y es que, más allá de la conveniencia o inconveniencia de dormir una hora más o menos, el cambio de horario se defiende como una idea necesaria para ahorrar energía y dinero, y también, como una estrategia de coordinación internacional y comercial. ¿Pero lo es?
La idea de aprovechar las horas de sol es tan antigua como la humanidad, que ha madrugado con los gallos, como mínimo, desde la revolución neolítica, hace más de 9.000 años. Las rutinas horarias de las sociedades agrícolas fueron siempre gobernadas por la hora solar, que cambia dependiendo de la estación del año.
Después de la revolución industrial, en cambio, las sociedades industrializadas basaron sus horarios para que las estaciones no afectaran sus rutinas diarias. Hoy por hoy, estas sociedades, como la española, han compartimentado la jornada de 24h en 3 bloques de 8 horas: 8 horas para dormir, 8 horas para trabajar y 8 horas de ocio o familia. Con nieve, a oscuras, con lluvia o bajo un sol radiante, empezamos el día preparados para la escuela o el trabajo.
Como consecuencia, a diferencia de las sociedades agrícolas, se dejó de mirar al sol como referencia horaria. Se pasó del reloj solar, al reloj de bolsillo. Reloj en mano, Benjamin Franklin, prolífico inventor, escritor, filósofo y político, fue el primero en proponer el cambio de horario a la ciudad de París publicando un ensayo en el periódico Le Journal: “Un proyecto económico para reducir el coste de la luz“, en 1784.
El señor Franklin hablaba de ahorro energético antes de que existieran las farolas de gas, y mucho antes de la electrificación del alumbrado público, que en su tiempo se alimentaba de aceite o con velas hasta que llegó el alumbrado de gas. Franklin entendió que despertando a la población más temprano podrían usar la luz durante más horas del día. Pero por mucha razón que tuviese, no fue hasta 1916 cuando el Imperio Austrohúngaro implementó el cambio horario a nivel nacional. Desde entonces, poco a poco otros países se fueron sumando a la iniciativa, hasta hoy.
¿Qué beneficio energético obtenemos con estos cambios?
Según el IDEA (El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía), el ahorro previsto en iluminación sólo en España puede llegar al 5% de nuestro consumo eléctrico: unos 300 millones de euros.
Cambiando el horario, se reduce el uso de la luz artificial tanto en la vía pública como en casa.
También es cierto que el consumo eléctrico varia mucho dependiendo de la geografía, el clima y la economía de las regiones, lo que hace que sea muy difícil determinar con exactitud las ventajas energéticas a nivel global.
Otro beneficio del cambio horario es la mejora en la seguridad vial. Un estudio de EEUU demuestra que el cambio horario ha reducido hasta un 13% las fatalidades de los peatones durante el amanecer y el atardecer, mientras que otros estudios defienden que, también en los EUA, se comprueba un descenso de un 7% en robos gracias al cambio primaveral.
El cambio de horario produce como resultado tardes más largas sin luz artificial, más horas para ir de compras, pasear o ir al cine, al teatro, etc. Tardes más largas que benefician las economías locales y por supuesto, el turismo.
Otro tema diferente es analizar si es beneficioso que entre Europa haya zonas horarias, pero eso lo dejamos para otro post.
Para Escandinava de Electricidad, la eficiencia y el ahorro energético son valores en el corazón de la compañía y por lo tanto, cualquier medida hacia el consumo responsable de energía, por mínima que sea, es siempre una buena medida.