
Quedan lejos los tiempos en los que para combatir el frío nos abrigábamos y, para librarnos del calor, simplemente nos destapábamos o nos abanicábamos. Ahora, encendemos el aire acondicionado o la calefacción sin pensar que, tanto el verano como el invierno, se han convertido en un verdadero examen de conciencia para cada uno de los ciudadanos del planeta.
Hoy en día tenemos aire acondicionado en el trabajo, en los edificios públicos, en casa, e incluso en el transporte público. Y la tendencia generalizada cuando aprieta el calor es programar una temperatura cercana a lo gélido que casi nos obliga a ponernos una chaqueta para no congelarnos… en pleno mes de Agosto.
Y en invierno pasa lo mismo con la calefacción, pero a la inversa: encendemos calderas y radiadores a tope para poder ir en manga corta por casa.
En un reciente informe publicado por la Renewable Energy Policy Network for the 21st Century (Red de Políticas de Energía Renovable para el siglo 21) se evidencia que el sector de la calefacción y la refrigeración está muy rezagado en el camino hacia la transición energética. Y eso debería cambiar.
Nos hemos acostumbrado a controlar la temperatura, no a adaptarnos a ella. Pero el coste de nuestra pereza para afrontar de forma sensata y eficiente el calor y el frío es enorme.
La energía utilizada en calefacción y refrigeración (agua sanitaria, calefacción, cocina, instalaciones y procesos industriales) representa más de la mitad del total mundial del consumo de energía, y sólo un 25% proviene de fuentes renovables.
Puede pensarse que un 25% no está tan mal, pero en realidad llegamos a esta cifra porque en los países en vías de desarrollo aún se quema biomasa (madera, carbón, cáscaras, arbustos, estiércoles) para calentar. Un recurso tradicional, pero que en la mayoría de los casos proviene de cultivos insostenibles y altamente contaminantes.
El dato alarmante es que, cada año, más de 4 millones de personas mueren de forma prematura de una enfermedad relacionada con la contaminación del aire del hogar por cocinar con combustibles sólidos.
El despliegue de tecnologías renovables para la climatización sigue siendo un desafío, ya que está mucho menos desarrollado que en otros casos, como en el transporte y la iluminación. Por ejemplo, respecto a la calefacción, la competencia con los subsidiados combustibles fósiles de bajo coste impide el despliegue de tecnologías de calor más renovables.
Otro factor importante en contra del desarrollo del sector es la falta de efectividad en las medidas y políticas que puedan contribuir a premiar, o a facilitar, el consumo de energía renovable y el uso de tecnologías de refrigeración y calefacción sostenibles.
¿Qué podemos hacer de forma individual?
Podemos combatir nuestra propia ineficiencia y reducir nuestras necesidades de calor y frío a niveles razonables y responsables. Hagamos examen de conciencia para ver qué podemos mejorar en nuestros hábitos y nuestro entorno.
- El aislamiento térmico del hogar (paredes, techos y ventanas) reduce notablemente la necesidad de calentar en invierno y refrigerar en verano.
- El acristalamiento doble en puertas y ventanas también supone un ahorro en el consumo energético de climatización.
- Las cortinas y persianas evitan la entrada de calor en verano, y su conservación en las noches de invierno.
- ¿Necesitamos realmente un potente aparato de aire acondicionado? Para sentirnos confortables, posiblemente baste un ventilador de techo.
- Y puestos a instalarlo, elijamos uno que sea energéticamente muy eficiente, y adecuado a las dimensiones del espacio que deseamos climatizar.
- Utilizar termostatos para regular la temperatura, tanto en invierno como en verano, reduce considerablemente el consumo energético.